El consumo de alcohol se conoce desde la antigüedad, sin embargo se sigue estudiando sus efectos al interactuar con neuronas del sistema nervioso. Estos efectos pueden explicar la adaptación del cerebro para tolerar cantidades mayores, que se producen por la interacción del alcohol con receptores del neurotransmisor glutamato. En cuanto a la adicción al etanol, se asocia a cambios en el sistema cerebral de recompensa así como en otras drogas. También se presentan algunos hallazgos en los estudios genéticos, que muestran un posible aumento en el riesgo de la adicción.
La eliminación del etanol también está influenciada por la variación de la enzima Alcohol deshidrogenasa (ADH), por ejemplo entre individuos japoneses, chinos y mongoles, ésta aumenta la capacidad para oxidar el etanol, aumentando su tolerancia; además, la variación genética atípica muestra un pH óptimo menor y una actividad catalítica mucho mayor. Al realizar un análisis entre sujetos orientales que padecen alcoholismo o cirrosis alcohólica y orientales sanos, se pone de manifiesto la presencia significativa de los alelos ADH2 y de ADH3, lo que apoya la idea de que la variación genética en la ADH puede influir en el consumo de alcohol y en la susceptibilidad al alcoholismo e induce mayores lesiones en los órganos mediante la modulación del intervalo metabólico del etanol y del acetaldehído.
El aprendizaje depende directamente de la memoria, la cual hace referencia a la capacidad que tienen los organismos vivos de mantener respuestas a un estímulo sensorial después de que éste ha cesado. En el ser humano se entiende como la capacidad de retener y evocar experiencias, pero el consumo de sustancias de abuso puede afectar este proceso fundamental para el desarrollo de la persona. Se ha podido identificar que el consumo de inhalantes causa daños a nivel cerebral, debido a que afecta de manera irreversible las células del cerebro y es un tóxico potente que deteriora procesos como la memoria.